Barrio de Las Bodegas:
El caminar por esta calle no hacía falta preguntar su nombre, pues el olor de dióxido de carbono que desprende la uva al fermentar en el lagar, especialmente en tiempo de vendimia, se sabía en qué barrio estabas.
Todas las bodegas de Atea estaban ubicadas en esa calle. Eran construcciones sencillas, de todos los tamaños; las más grandes lógicamente pertenecían a casas fuertes en recolección de uva como por ejemplo la bodega de Martín Lorente, que en su lagar cabían la vendimia de varias yubadas. En cambio otras más pequeñas como la de Laureano Luzón, Gerardo Cetina, Pedro Peiró, por nombrar algunas de ellas, pero en todas elaboraban artesanalmente un vino de calidad que cuando era un buen año, fácilmente alcanzaban los 18 grados.
Las bodegas, aparte de hacer su función, también muchas de ellas eran el punto de encuentro de grupos de amigos. Me explicó ese mocetón de 80 y tantos años Juan Pascual Herrero, que en ellas se reunían su “peña” donde cada cierto tiempo preparaban una merienda en aquellas tardes de domingos después de la posguerra cuando no había ni cine, ni baile ni una simple radio para escuchar el futbol “carrusel deportivo”. Sólo había tardes largas en el café como larga era la carretera para pasear y estirar las piernas. Esas meriendas simplemente consistían en una sardina roñosa, abadejo, pan y vino. Posteriormente, con el paso del tiempo, tengo constancia que las meriendas fueron más abundantes y completas, y como es lógico, más clarete al cuerpo.
El barrio de Bodegas era una calle importante. Aparte de que es una entrada y salida al pueblo, es una calle que en ella Atea tiene parte importante de sus raíces, mucha historia relacionado con la vida de años atrás. Además de sus bodegas, también hay nombres y apellidos de casas fuertes y solventes de Atea, como Mateo Soler, las Margaritas, casa Médicas y mirando más atrás encontramos la posada del Tío Palizas, que aparte daba alojamiento a las gentes que por medio de carros venían de varios puntos de Aragón a cargar vino. También el tío Palizas se dedicaba a transportar vino a donde se lo pedían.
En el barrio también encontramos la fábrica de alcohol, que con su destilación dio infinidad de jornales. La fábrica de Harinas y por detrás de la calle, en el camino de los Huertos, encontrábamos el Matadero Público, en que el matarife era el señor Manolico el Don (creo que era hermano de la Sra. Pilar, la mujer de Victoriano, que tenían una tienda de comestibles) También no nos olvidemos de la tía Colina que tenía vacas para producir leche, etc.
Dicho esto, no cabe duda que por este barrio circulaba gente porque tenía mucha actividad. Así a grandes rasgos, recuerdo el Barrio de Bodegas en aquellos años en que yo subía y bajaba varias veces corriendo sin parar, sin que mis piernas y rodillas se cansaran ni se quejaran. Eran los años 1955-60.