La Calle Aldea:
Posiblemente el nombre que recibe la calle Aldea, hace pensar, a que antiguamente antes de que Atea se formara como pueblo, este era una aldea, y la construcción de un conjunto de casas, dio motivo para recibir el nombre que hoy mantiene.
Analizando su ubicación , hay datos muy significativos, vemos que está al lado de la Iglesia, y normalmente los pueblos crecían a su alrededor, al otro lado de Iglesia en la placeta que da entrada al Barrio bajo, cuando se hicieron obras en ella, salieron a la luz huesos de personas, dando a entender que en esa zona se enterraba, son puntualizaciones, casas, iglesia, cementerio, que no hacen dudar de que la calle Aldea fue la primera calle, y por la cual la más antigua de Atea,
Además en esta calle, se encuentra la casa del tío Manuel, grandiosa y antiquísima, casa señorial de dobles paredes, barandas de hierro forjado, amplias marquesinas, y enorme extensión de corrales y cuadras. Y según referencia fue la primera casa que se inscribió en el registro de la propiedad. A demás a pocos metros de donde empieza la calle, me dicen los veteranos del pueblo que había una fragua, y el herrero en esos tiempos era persona imprescindible.
Y como un servidor, en esta calle me pegué bastantes tozolones debido a que en ella empecé a dar mis primeros pasos por esta vida, que a veces es maravillosa y a veces maldita, intentare recordar y explicar cómo era, su actividad, vivencias y sus gentes, en los años 1955 – 60.
La calle, su pavimento era empedrado y tierra, algunas losas amplias y lisas delante de las puertas de las casas, puertas de dos hojas, que permitía dar luz a la entrada. Estando la parte baja cerrada. Partiendo desde la plaza, hay una pequeña pendiente y que en su recorrido, hace una media circunferencia que finaliza en el barrio de las Bodegas, en esos años la calle tenía bastante movimiento de personas, principalmente al atardecer que creo que era la hora punta.
El ir y venir de personas a comprar al estanco del sr, Antonino, ( señor que estuvo a punto de ser sacerdote, pero que prefirió trabajar en el campo) Su mujer la tía Pilar una mujerona que se recogía el pelo por detrás en un moño, y al sumar años se quedó más sorda que una tapia ,- gente que compraba tabaco, cuarterón de picadura, librillos de papel de la marca “smoquing” para enrollar el cigarro, o bien tan solo un sello y una carta.
Abuelas que venían con un puchero, a comprar a diario leche, de las cabras de mi abuelo” Cal Corete” el abuelo Francisco pastor de oficio, y que ya en su vejez, termino tan solo con sacar a pastorear seis cabras, El pasar cada atardecer, mi amigo Petete que vivía mas arriba de casa de mis abuelos , junto la vivienda del Sr. Nicolás Galindo, llevando las mulas para que bebieran, en él abrevadero que había en la plaza el Paso, después de una jornada larga y pesada de trabajo.
Tardes a la sombra, mujeres cosiendo pedugos o haciendo jersey, delante de las puertas de la tía Dorotea, la abuela Petra, la tía Josefa, la Parrilla, la señora Dona que recibía este nombre porque su marido le llamaban Manolico el Don.Joaquín “el del café” que gestionaba el único café del pueblo, tenía un corral con animales, que daba de comer varias veces, y que cerraba y abría una puerta vieja y maltrecha por tantos años expuesta a la intemperie y que esta nunca vio una capa de pintura. Con una cerradura construida de madera, verdadera obra artesanal, sencilla como eficaz, una especie de listón de madera con unas muecas, que encaja en el interior de la caja, y hacia sacar y poner, el cerrojo también construido de madera.
Por la noche, después de cenar la ensalada con los frutos del huerto, o la típica cazuela de sopas, los vecinos salían a la calle con su silla para descansar y participar de la fresca que les ofrece la noche, calle alumbrada por una simple bombilla en la esquina de casa Victoriano, que daba una luz, triste, pobre y mísera, que alumbraba tan solo tres metros cuadrados, y bajo la atenta mirada de la luna los vecinos conversaban y repetían una y otra vez las cosillas del pueblo, la tía Milagros, Manuela la Ventera, ( que tenía unas nietas que se hacían mirar por su belleza ) El caminar lento pero imparable del reloj de la torre, con su sonido anunciando la hora, les decía que la tertulia se acababa y había que levantar el trasero, mañana un nuevo día, esperaba para trabajar.
Años de infancia, época dorada, donde yo no tenía que trabajar, me despertaba el cántico ronco y largo de un gallo, o el cacarear de una gallina porque había puesto un huevo. Me lavaba la cara en un barreño, y el desayuno, huevos frescos de las gallinas del corral, y que limpiabas el plato con pan cocido con leña del horno de Paquito, leche de cabra fresca, como fresca la fruta que la abuela Petra, que levantándose de madrugada regresaba con un cesto lleno de toda clase de fruta del regadío ubicado en Isuela., doranillas, higos, peras, manzanas etc., recuerdos que siguen vivos en mi. La Infancia, Mis Abuelos, y la calle Aldea.