Entre la plaza de la Iglesia y el Paso, nos encontramos con un callejón que no tiene salida tres o cuatro casas cierran la pequeña calle, su nombre actual es calle del Callizo pero antiguamente era conocido y nombrado como el callejón de las cabras.
Los textos y los dibujos han sido enviados a esta web por Luis Cebrian
Hace ya bastantes años en Atea en casi todas las casas, aparte de los animales del corral, tenían una o dos cabras así tenían diariamente leche fresca y natural además con la leche sobrante hacían unos quesos únicos en sabor. Como está claro estas cabras se tenían que alimentar diariamente, y para ello, por mediación del Ayuntamiento escogían entre los solicitantes el cargo de pastor, a la persona más adecuada para realizar su trabajo. Se le pedía que tuviera experiencia, que conociera en cada temporada las zonas donde los pastos eran mejores. Para esta función le ayudaba un chaval muy joven entre 10 y 12 años que recibía el nombre de zagal, y uno ó dos perros, eran los encargados de sacar a pastorea a las cabras, diariamente.
Todos los días de muy temprano, este zagal daba la vuelta al pueblo tocando un cencerro para advertir a los dueños de las cabras que dejaran salir del corral a los animales, Seguidamente, las conducía a un punto de reunión que era la calle del Callizo pero nombrada como hemos dicho antes el callejón de las cabras,-
Una vez que todas las cabras estaban reunidas, el rebaño salía a pastorear por los alrededores de Atea, El pastor o cabrero acompañado de los perros y el zagal, llevaba el clásico bastón, el morral con la comida, la bota de vino y una manta que se la colgaba entre la espalda y el pecho, que la utilizaba para taparse en invierno, y en verano para echarse una cabezada debajo de una buena sombra.
Aproximadamente a las cinco de la tarde regresaba el rebaño del pastoreo finalizando justo en el punto de salida. Sin ayuda de nadie y con unas mamas súper-cargadas de leche, que en cada teta podrían llevar más de medio litro de líquido. Cada cabra recorría varias calles hasta llegar a su corral sin equivocarse, y al llegar a su destino, esta si la puerta estaba cerrada balaba para advertir a su dueño que la dejaran entrar, Recuerdo que yo las observaba a ver si alguna se perdía y se equivocaba de casa, nunca, ante mi asombro debido a mi ignorancia tuve ese gusto, es sabido que la cabra es más inteligente que la oveja por ejemplo.
El precio que pagaban los dueños de las cabras en los años 50 era de dos o tres pesetas al mes, si se perdía una cabra, que no era frecuente en el campo, el propietario ponía otra sin reclamar nada, cuando una cabra paria, el pastor recibía un pan de molde y un kilo de garbanzos, o de judías ( por hacer de comadrón) El día de reyes el pastor salía a pedir por las casas “el aguinaldo” y este recibía productos derivados del cerdo legumbres y frutos,
Ya en los años 60 con la marcha de Ateanos a las grandes ciudades el rebaño, dejó de existir, el Sr. Castillero fue el ultimo cabrero del pueblo, y este se quedó sin trabajo, el cencerro del zagal dejo de tocar, Finalizando un trabajo, un oficio de los más antiguos que existen .Siempre nos quedará la opción de desplazarnos al súper y encontrar leche envasada en “tetra brik” descremada ó desnatada, peró esta como decía mi abuela Petra es agua sucia.