El Horno

El horno que yo conocí estaba ubicado en la calle de Carrapuerto muy cerca de El Paso. Por aquella época el panadero se llamaba Paquito y cada mañana a primera hora cocía su producción de pan que después vendía su madre, la sra. Ramona, en la planta baja de su casa, que estaba justo delante del Ayuntamiento.

Como el horno era de leña, Paquito tenía a sus proveedores, que le traían la leña de la sierra o del monte, en unos mulos cargados cada uno, con seis fajos. Al animal le ponían atado a su cuerpo una albarda (un soporte para que la carga no le hiciera daño). Su precio por una carga oscilaba entre las 6 y las 8 pesetas. Cargados a tope estas caballerías daban la sensación de que un bulto caminaba solo.

Me comentó Paquito que durante un tiempo el pan blanco estaba prohibido, debido a que todo el trigo que se recolectaba se debía llevar a la delegación del trigo donde el gobierno lo compraba y también ponía el precio. O sea, que lo que se hacía era de estraperlo y el molinero como el panadero estaban implicados. De vez en cuando aparecía un inspector del gobierno para vigilar que se cumplieran las órdenes.

Suerte que este señor venía en una moto con un ruido excepcional, y al oírlo escondían el pan en lugares insospechados

Pasada esta época casi en todas las casas sembraban trigo y así tenían harina y podían producir pan. La mujer de la casa, el día antes, amasaban la harina en la Artesa , (especie de cajón de madera con patas) para que la masa tuviera unas horas de fermentación. Al día siguiente, casi de madrugada, con todo lo necesario se presentaban en el horno para ser las primeras en la cocción.

Como la hornada que hacía Paquito era de varias personas, para no confundir los panes cuando salían del horno, marcaban en la pasta tierna una señal, que podía ser un pellizco o unos cortes de cuchillo. De esta forma se acabaron las discusiones. .
Con el pan en las casas, se colocaba en un lugar apropiado, seco, oscuro y tapado con una manta, así el pan se mantenía, pudiéndose comer perfectamente entre 10 y 12 días (no me equivoco en decir 10 o 12 días por no decir más)
El día que se iba al horno algunas veces se preparaban unas madalenas, galletas, tortas y mostachones (la pasta de las madalenas puesta encima de un papel).
También era normal llevar a asar una cabeza de cordero, complementada con unas patatas, plato muy típico en cualquier pueblo de Aragón y Atea no es una excepción.

 

Los textos y los dibujos han sido enviados a esta web por Luis Cebrian