La siega

Cuando los campos de sembrado de trigo, cebada, avena, centeno, ya estaban lo suficiente granados y maduros, estos se tenían que recolectar, tarea que se repetía año tras año, y así durante munchas generaciones. La Siega era unos de los trabajos más duros de los que se realizaban en el campo, no solo por el esfuerzo de muchas horas de estar acachado dando golpes de hoz, de riñones, sino también con un calor, a veces insoportable que obsequiaba el mes de agosto.

Los textos y los dibujos han sido enviados a esta web por Luis Cebrian
Al amanecer cuando empezaba el nuevo día, ya se oía el trasiego del ir y venir, por todo el pueblo, segadores, carros, mulas, empezaba la jornada que duraba unas 12 horas, hasta que el sol se ponía, más o menos. Durante tantas horas de trabajo el cuerpo tenía que estar bien alimentado, y ya se empezaba a las 7 de la mañana con un pequeño bocado, y un trago de vino o de anís, a las 9 paraban para almorzar, seguidamente a las 11 hacían un bocadillo, a la 1 a comer, acompañado de unos tragos de vino,( para guardar en fresco, el vino y la agua, esta envasada en un recipiente que le decían cubo de agua ,ó bien, en un botijo grande de dos ansas, estos mojaban unos fajos de paja y entre ellos guardaban el líquido, lo tapaban y como la paja es un buen aislante, lo protegía del sol.) Algún cigarro de picadura y de nuevo al trabajo, a las 5.30 merienda, y posteriormente se acababa la jornada con la cena.
La hora de comer era la una del mediodía pero dependía de la llegada del Comidero que era un crio entre 10 o 12 años, que con la ayuda de una burra ó mula llevaba la comida al lugar donde se estaba segando. Desplazamiento que según la zona, como el Rayo, el Badallar, o la Carrascosa, están entre una y dos horas del pueblo, motivo en que los segadores se quedaban a dormir en las parideras para así, descansar más. Por un jornal de trabajo, el segador cobraba unas 15 ptas. en los años 55- 60 y como hemos expuesto la alimentación que debía pagar la persona que contrataba a los jornaleros.
También por esos años se contrataba grupos de segadores venidos de otras poblaciones, en Atea, como es lógico, había casas con grandes extensiones de sembrado, como Martín Lorente, el señor Luis, Ortillés, Sra. Margarita, Ernesto Soler, entre otros, que deberían contratar personal.
Curiosamente en estos trabajos hay un detalle, que llama la atención, la manera de aprovechar, las cosas que la naturaleza nos ofrece. Para atar los fajos de trigo, hacían servir el tronco de una espiga de centeno, que esta la cortaban lo más larga posible y que la guardaban un año para otro, con estas entrelazadas servían para atar los fajos, cuando estos se desataban en las eras para trillar el trigo, aun se guardaban porque luego servían para atar las gavillas de sarmientos, y cuando estos sarmientos llegaban al hogar para hacer fuego, esta paja de centeno servía para encender, “ luego dicen que los catalanes son tacaños” Pero si catalanes y aragoneses somos primos hermanos.