Tardes de Futbol:
Los textos y los dibujos han sido enviados a esta web por Luis Cebrian

Los días festivos en Atea en aquellos veranos largos y calurosos eran bastante aburridos. La cartelera de espectáculos y de actividades también era bastante corta. Lo habitual era ir a misa a las doce del mediodía, hacer partidas de guiñote en el café de Joaquín, paseos largos como larga era la carretera, los jóvenes sudando la gota gorda y reventándose las manos pegando a la pelota una y otra vez contra el frontón del Trinquete, y los críos, si teníamos cuatro perras gordas comprábamos dulces en casa del “cojico”.
Pero toda esta monotonía desaparecía si los mozos aficionados a jugar al fútbol preparaban de vez en cuando un partido de fútbol entre pueblos vecinos. Aquel verano el contrincante era el Acered. Un rato antes de iniciarse el partido, mucha gente del pueblo ya estaba esperando en el “estadio”. El terreno de juego era un solar de tierra propiedad de Santiago Zorraquín y estaba ubicado entre el pueblo y la Isilla.
El llamado campo de fútbol, en realidad días atrás estaba sembrado. Es decir, era un rastrojo en que los segadores cortaron el trigo dejando parte de la espiga en la tierra, y además el terreno estaba seco y duro por la falta de agua. Dos piedras grandes en cada extremo señalizaban las porterías. No estaba la televisión ni la radio, ni tampoco había periodistas, pero en todo el alrededor del campo los aficionados gritaban, animaban y observaban como los jugadores corrían y saltaban detrás de una pelota más de lo que podían.
La equipación no era de marca: tan sólo un pantalón corto y una camiseta de trabajo eran suficientes. Algunos llevaban un pañuelo sujeto en la cabeza para secar los sudores que el esfuerzo les producía. Las botas de fútbol eran de todas las marcas habidas y por haber: alpargatas, zapatos usados e incluso alguno jugaba con albarcas. Para ellos la vestimenta no importaba y sólo querían hacer lo mejor que sabían queriendo imitar a “los 5 magníficos” jugadores que tenía el Real Zaragoza cuando en aquel entonces triunfaba en España y Europa: Canario, Santos, Marcelino, Villa y La Petra.
Los mozos que formaban el equipo eran todos del pueblo y ninguno jugaba en categorías federadas. Entre otros jugadores, José Luís Herrero siempre jugaba en la portería. David Martínez era muy habilidoso con el balón, Fernando Marco, Miguel Guallar, Antonio Martínez (conocido como “el pela” era de estatura más bien baja, pero su rapidez y nervio jugando le hacía ser grande), Pedro (“el carpintero”), Antonio conocido por “el pelotas”, el Chaparrito, Antonio Peiró “el Carpeta” jugador todo terreno. También jugaba un cura, mosén Joaquín, que se subía la sotana para correr mejor ya que le tenían prohibido quitársela.

No hace falta mencionar que durante el transcurso del partido y al finalizar, las discusiones, disputas y enfrentamientos eran de lo más habitual. Aunque no había nada en juego, siempre la honrilla de ganar estaba presente; pero la sangre nunca llegó al barranco de la Isilla.
El acontecimiento no terminaba al finalizar el partido ya que semanas después se tenía que devolver la visita al campo del Acered. El desplazamiento era difícil, ya que el autocar del tío Paco no salía los domingos, ni tampoco el “Talgo” pasaba. Así que tenían dos opciones: un rato a pie y otro caminando. La carretera parecía una procesión de gente, jugadores, aficionados, críos, etc. Peirón de San Ramón, el río Seco y Acered, esta caminata tenía su lado positivo, pues los jugadores no tenían que calentar, ni estirar los músculos antes del partido como se suele hacer.
Acered tenía un buen equipo reforzado por (internacionales) estudiantes jóvenes que veraneaban en el pueblo. Esto hacía que el partido fuese más competitivo y disputado. Cuando finalizaba el encuentro cada uno iba a su casa; en este caso los jugadores de Atea para relajarse del esfuerzo estiraban las piernas caminando 6km. hasta Atea.
Los jugadores profesionales al día siguiente de un partido no entrenan, sino que van al gimnasio, les masajean y al baño. Pero para los mozos de Atea la realidad era bien distinta ya que al día siguiente cogían un par de mulas y a labrar a la Matallana, todo el día de sol a sol.
Sesenta años después, tenemos actualmente televisión, cámaras de vídeo, un par de coches, ropa y calzado de diferentes modelos, colores y marcas. Pero una pregunta a modo de reflexión: con todo esto ¿somos más felices ahora que antes? Como ya hemos comentado, el Real Zaragoza triunfaba en todos los campos con su equipo de gala: Yarza, Cortijo, Santamaría, Reija, Isasi, Pepín, Canario, Santos, Marcelino, Villa y La Petra. Eran conocidos en toda la nación como “Los Magníficos”. Pero los auténticos MAGNÍFICOS eran aquellos mozos de Atea y de Acered en los años 55- 60.