Carreras de burros

San Ramón, 31 de Agosto, eran las fiestas que se celebraban en Atea que más publico asistía, al ser verano había mucha gente de vacaciones, también de los pueblos vecinos venían invitados por amigos y familiares, pero principalmente los Ateanos que residían y trabajaban en Zaragoza o en otros lugares.

Dentro de estas fiestas, aparte de los típicos bailes, misas, comilonas, y buenos tragos de clarete, y también alguna que otra borrachera, estaba la Corrida de Burros, que desde tiempos inmemorables, se celebraba, era una carrera sencilla, alegre, y divertida, quizás un poco bruta, pero que era esperada por las gentes, en especial por los más jóvenes y también por los participantes.
En la Corrida de Burros podía participar todo el mundo que tuviera un animal, o bien que algún familiar ó amigo se lo prestase. La corrida se celebraba en la carretera a la altura de la fábrica de harinas, el punto de salida era desde el peirón de los Santos en dirección a Used, zona de los Cañuelos.
Como ya es sabido consistía en montar en él burro “a pelo” solamente con la albarda, pero esta sin estar atada al animal, y para que fuera más complicado la montura debía de ser dando la espalda al animal, como el jinete no tenia ningún punto para cogerse este cogía la cola del animal y con la fuerza de la piernas y de los pies intentaba llevar y guiar al animal.
El estallido de un cohete era la señal de que la carrera empezaba, la distancia hasta la meta era de unos 250 metros, en su principio no había problemas algún que otro tozolón, pero pocos, el problema surgía cuando se acercaban a la meta, donde debían tocar con la mano los pollos que atados a una orca de la era, aguantaba un mozo, eran los premios, tres pollos para el primero, dos para el segundo y uno para el tercero. Cuando estos se acercaban para tocarlos, entre los gritos del público y los músicos que tocaban sus instrumentos, el burro se espantaba y tiraban por el suelo al jinete, y este tenía que volver a coger la albarda y colocarla al animal y intentarlo de nuevo, tantas veces como se caía, algunos se cansaban de varias veces de ir rodando por el suelo que abandonaban.
Seguramente el que llevaba el burro más viejo ó tranquilo era quien se llevaba el premio, nombres como Eduardo Ceamanos, Ramón Roete, y un tal Serranillo. Eran los grandes triunfadores por aquellos años.
La corrida de burros ya pasó al recuerdo, aproximadamente por los años 70 dejó de celebrarse, como es lógico, con el progreso, muchos Ateanos se marcharon de Atea a trabajar en las fábricas, y dejaron de cuidar las tierras, y con la llegada de los tractores, estos apartaron a los burros de los trabajos del campo, y también de la centenaria corrida de burros.

Los textos y los dibujos han sido enviados a esta web por Luis Cebrian