Corrida Pedestre:
Los textos y los dibujos han sido enviados a esta web por Luis Cebrian

Desde hace muchísimos años, dentro de los actos de las fiestas de san Ramón Nonato, se celebraba y aún sigue haciéndose la corrida pedestre.
Actualmente su recorrido es distinto, como sus participantes. Los corredores compiten en diversas categorías según su edad y, estos, sin ser profesionales, ya se presentan con buena preparación física conseguida por la asiduidad al entrenar y vistiendo ropa fina y ligera con zapatillas de marca exclusivas para correr.
Pero amigos, en aquellos años 55-60 esta corrida era esperada desde tiempo por los Ateanos, aunque participaban corredores de otros pueblos que eran bastante buenos. Tenía, de largo, más sabor, más carácter, más fiesta popular premiando a los vencedores con pollos de corral y no como ahora que se les entrega un trofeo frío, pesante y brillante de acero para que recojan el polvo de la estantería de su domicilio.
El recorrido antiguo era desde el Cantarero hasta el alto de San Ramón pasando por la fábrica de harinas. Pero el que yo recuerdo más era desde la fábrica hasta el alto del Almendro; redujeron un poco la distancia. Muchos de los participantes se presentaban más bien con el estómago lleno, pues el día de san Ramón la comida era festiva y abundante. Y es que las familias mataban el pollo o el conejo que durante cierto tiempo lo guardaban y engordaban en el corral para sacrificarlo en ese día y hacer una buena cazuela de carne.
Los protagonistas calzaban unas simples alpargatas en que liaban las betas a sus piernas, unos pantalones cortos porque le cortaban su largura para participar, su pecho ancho y musculoso lo cubría una camiseta limpia, pero ésta ya llevaba infinidad de lavados por los sudores de trabajo en el campo.
En la salida el ritmo de carrera era rapidísimo porque eran jóvenes, estaban frescos y con mucha fuerza en sus piernas. Pero ya en el primer km iban aflojando, quizás por no haber comido adecuadamente o porque sus cuerpos, brazos, muñecas y espaldas dobles estaban preparadas para los trabajos de campo y no para correr. Algunos se retiraban y otros lo hacían forzosamente por lesión. Solo aquellos que sabían regular la distancia y sus fuerzas eran los que siempre quedaban entre las primeras posiciones.
Durante la carrera era bastante común entre los amigos comprar un melón en las tiendas de casa Mamés, Victoriano o casa de la Florinda. Sentados encima de una piedra en los ribazos de la carretera sacaban su navaja que todos llevaban consigo, como cosa natural, y en el paso de los corredores sudorosos se refrescaban comiendo el melón.

Los corredores que eran de otros pueblos las gentes les invitaban en el bar y no les dejaban pagar. Y las mozas del pueblo les gustaba bailar con ellos un par de bailes en la plaza, demostrando su agradecimiento y generosidad que siempre tienen los Ateanos.
Entre los corredores que participaban asiduamente cada año había el tío Caraches, que ganó varias veces ya que aparte de tener condiciones era consciente del ritmo que podía llevar. Jesús Hernando, conocido como el Castillero, un tal Cipriano, el Pela, el Garrido, el Mames, los Gavetas. También venían de otros pueblos un tal apodado Artillero, el cual corría con una camisa de artillería del cuartel de Calatayud, de Cubel, de Mieres, de Tarrés, etc. Supongo que muchos de ellos no ganaron nunca, pero con su participación desinteresada dieron año tras año vida y emoción a la carrera y a las fiestas que se celebran el 31 de agosto, día de san Ramón, en mi pueblo Atea.