Los textos y los dibujos han sido enviados a esta web por Luis Cebrian

EL Autobús (del tío Paco)

Aunque cueste de creerlo en los tiempos actuales, un aliciente que tenía Atea principalmente para los críos era de coger la merienda e ir a esperar el coche de línea procedente de Calatayud. En aquellas tardes de verano de los años 1955-60, el autobús llegaba a Atea diariamente sobre las seis de la tarde y mirábamos quién llegaba al pueblo, si era persona conocida o forastera. Cuando el autobús se asomaba por el barrio Nuevo decíamos: “¡ya viene! ¡Ya está aquí!”. Y así cada día.

Las mujeres, sentadas en corro cosiendo en las puertas de sus casas, se apartaban rápidamente para no estorbar el paso del coche, mientras levantaban la cabeza para observar a los viajeros que llegaban. Algunas gallinas que se habían escapado del corral cacareaban y se escondían. Detrás del autobús, unos críos de pequeñas y delgadas piernas corrían sin parar con todas sus fuerzas, queriendo demostrar que ellos corrían más que el coche. Lo hubieran conseguido si fueran pedaleando una bicicleta, y aunque se dice que las bicicletas son para el verano, por aquel entonces en Atea estaban contadas las que había.
El autobús era un vehículo de la compañía de Manuel Uriel y cada día hacía el mismo recorrido. Salía de Atea a las ocho de la mañana y pasaba por Acered. Los usuarios de Castejón de Alarba, como no entraba el coche dentro del pueblo, tenían como un apeadero en la carretera conocido como “las Pedrizas” donde paraba el autobús para recogerlos. Seguía hasta Alarba, Paracuellos, etc., y así por los diferentes pueblos de su trayecto hasta llegar a Calatayud, donde tenía la parada en una explanada cerca de la plaza El Fuerte y también en una caseta propia que debía servir de oficina.
El conductor era el tío Paco, persona seria y amable. No era muy alto y ya por esos años empezaba a peinar alguna cana. Vestía camisa y pantalón azul y empezó en la agencia cuando debía tener unos 30 años. Día tras día hizo su trabajo hasta que su carnet de identidad le dijo que ya se tenía que jubilar. Hubiese sido interesante poder conversar con él, pues tantos años de viajar y tratar con el público seguro que nos hubiera comentado un montón de cosas y curiosidades.
Sabemos que en un principio el autobús no llegaba a Atea debido al mal estado de la carretera. Así que de muy de mañana su conductor el tío Paco, cogía una bicicleta y se desplazaba a Acered, donde pernoctaba el autobús. Y por la tarde la misma canción: coge la bicicleta y a dormir a Atea.

También en los días de verano, entre que el autobús siempre iba cargado de gente y el fuerte calor, se calentaba el motor y era necesario parar un buen rato en la cuesta de Morata para que se enfriase y poder así continuar con el trayecto.
Al llegar a Calatayud, supongo que el tío Paco debería pasar cuentas a sus superiores sobre los billetes vendidos y poner limpio y curioso el autobús, pues aparte de los viajeros también era bastante normal llevar pollos y conejos en cestos. También realizaba algún encargo de comprar alguna necesidad que le pedían los vecinos de los pueblos, como por ejemplo llevar algún sobre o paquete, comprar algún medicamento, etc. Él siempre trataba de cumplir. Se tomaba su tiempo para comer y seguidamente, a las cuatro y media, ponía en funcionamiento el motor del autobús y salía de regreso a Atea pasando por la misma ruta de la mañana.
Atea es un pueblo que en sus mejores tiempos llegó a tener más de 1.000 habitantes. El problema era que no estaba bien comunicado y aparte del mencionado autobús, me comentan las voces veteranas del lugar que sólo había otro vehículo y era particular, del dueño de la fábrica de alcohol. Yo recuerdo al Sr. Francisco Blasco, conocido como “July” y que tenía coche para el servicio de taxi
También los Ateanos tenían otra alternativa para desplazarse y era ir a Murero para coger el ferrocarril. Pero amigos, a la estación de Murero hay ocho kilómetros y se podía ir un rato caminando y otro a pie , o bien que algún familiar cargara los paquetes y las maletas en un mulo y te acompañara. Pero corrías el riesgo que durante el camino coincidieras con una tormenta, que entonces eran muy frecuentes, y luego la faena era encontrar alguna casilla o arboleada o, seguro que en más de una ocasión, se encontraba refugio debajo la chaqueta.
Actualmente el autobús todavía sigue con su servicio, pero ya hace mucho tiempo que perdió su protagonismo. Ahora los espacios que antes eran ocupados por las mujeres para hacer sus labores, encontramos coches particulares aparcados. Las gallinas ya han dejado de cacarear y no andan a su aire; ahora viven en unos corrales grandiosos entre ocho o diez mil gallinas más, todas juntas y apiladas. Y los críos aún siguen corriendo, pero ahora encima de una estupenda bicicleta.
No tengo la menor duda que este tema estará presente en la memoria de algunos abuelos, porque ellos, cuando sus piernas tenían bríos, también corrieron detrás del coche del tío Paco.