El Teléfono:

Hazme una llamada perdida cuando salgas de casa, o mejor me envías un whatsApp, son frases que oímos y decimos diariamente. Este “monstruo” de telefonía fija o móvil, que nos ha invadido y se ha consolidado entre la población, posiblemente el 90% de las personas, lleven el teléfono en el bolsillo o en el bolso, incluso críos de corta edad de 7 y 8 años ya llevan consigo” su móvil” como una cosa lógica y normal.
Pero si giramos la vista atrás y nos situamos en los años 50, en Atea como tantos otros pueblos que estaban exentos del servicio de telefónica (prácticamente incomunicados por esta vía) tenían serios problemas cuando urgentemente se necesitaba avisar a los familiares residentes en otras poblaciones, o bien otros servicios que se necesitaban lo más rápido posible.
Había alguna alternativa, como buscar al señor Vicente, que era el encargado de dar solución a los problemas de electricidad a Atea Acered y Montón, por detrás de la iglesia había una caseta y en su interior un transformador con un ramal privado de teléfono para comunicarse en los días que había problemas de suministro de luz. Y se le buscaba a este señor para que hiciera el favor llamar por teléfono.
Otra solución era ir al encuentro de Paquito, “el panadero” su padre el tío Paco (conductor durante muchos años del autobús del pueblo) le compró una moto una M C, para con la mayor brevedad y con urgencia se desplazara con la moto a Daroca para hacer una llamada telefónica.
Y si aun miramos un poco más atrás, cuando surgía una emergencia, (en contadas ocasiones) la solución era desplazarse a Villafeliche, que era el punto más cercano donde había una central de telefonía, pero paisanos ojo al dato de Atea a Villafeliche la distancia es de 5 km. I este paseo es un camino de tierra empedrado y malo, o cogías una mula para ir más descansado, o te cambiabas las albarcas por un calzado más ligero para hacer la andadura.
Y sin en el trayecto te cogía una tronada, muy habitual en aquellos años, y no encontrabas una casilla, (pequeña construcción de piedras secas, y el tejado compuesto de ramas, tierras y alguna planta, para cobijarte de la lluvia) también había la posibilidad de encontrar alguna paridera donde se encerraban el ganado. O sea que si no estabas de suerte, te duchabas largo y tendido con la ropa que llevabas puesta.
Todas estas vivencias e historias cambiaron por los años 55 cuando en una entrada de una casa, (justo delante del callejón de las Cabras) sé que este callejón que no tiene salida tiene otro nombre, pero para los viejos del lugar siempre le nombraremos así. En esta entrada pusieron una central de telefónica. Al frente de esta instalación estaba un matrimonio el señor Vicente Martínez y su mujer Ovidia, que tenían dos hijas muy guapas la Angelina y la María.
Con este servicio Atea y su población mejoró muchísimo, lógicamente cuando necesitabas llamar ó recibir una llamada, solo con desplazarte a este lugar, dabas el número del teléfono, al Sr. Vicente o la señora Ovidia, lo marcaba y si había línea disponible, ya podías entrar en la pequeña cabina para comunicarte.
Posteriormente con el paso de algunos años ya se colocaron teléfonos en las casas particulares. Concretamente en el año 1948 había en España 537.871 teléfonos, y estas historias y los problemas quedaron atrás, actualmente esta generación no podemos pasar sin este aparatito, muy práctico la verdad pero a veces un poco molesto, antes el que iba hablando solo por la calle decíamos, este déjalo que está “modorro” ahora cantidad de gente va hablando por la calle con voz fuerte, dando explicaciones a los demás viandantes. O sea que también estamos modorros. Acabo este tema rápidamente porque me están llamando por el móvil.

Los textos y los dibujos han sido enviados a esta web por Luis Cebrian