El Vallijuelo:

Casi en todas las casas, por no decir en todas, estas tenían en sus corrales todo un parque zoológico de animales, pollos, conejos, gallinas, cerdos y cabras, que con su crianza ayudaban a llenar el puchero a lo largo del año, principalmente en los inviernos. También tenían cuadras y establos donde pernoctaban las caballerías para las tareas de trabajar en el campo.
Lógicamente había algún animal que por enfermedad, o vejez este moría, si el animal era pequeño el disgusto era menor, se recogía en un capazo y se tiraba, el problema crecía cuando el animal era un cerdo, burro o una mula, aparte del disgusto, el golpe a la economía de las familias era importante. Eran tiempos difíciles para la mayoría de las casas.
Atea tenía una zona, llamada El Vallijuelo, era un barranco sin agua excepto cuando llovía, (por esta zona encontramos el Peirón de las Almas, y el camino antiguo donde se pasaba en dirección a Villafeliche, normalmente a la estación del ferrocarril) Justo por detrás del cementerio, era el lugar donde se dejaban los animales muertos. La distancia entre esta zona y el pueblo, no es muy grande pero lo suficiente para que los malos olores no llegaran a la población.
Así que cuando una mula fallecía en la cuadra de la casa, había que llevarla a este lugar del Vallijuelo, dependiendo de su tamaño, esta fácilmente rondaría los 400 kg. Entonces era cuando los amigos, vecinos, familiares demostraban su solidaridad, en ofrecer sus brazos para ayudar, porque se necesitaban cinco o seis personas jóvenes y fuertes, para sacar a la calle dicho animal. Una vez ya fuera de la cuadra, ataban sus patas traseras, a una cuerda que estiradas por otra mula, la llevaban arrastras hasta el Vallijuelo.
También había otra zona llamada la Cantona, camino de Cubel, y en el alto de un peñasco también dejaban los animales muertos. Una vez dejados estos animales, al poco rato los buitres ya habían detectado el fuerte olor, y se les veía que estaban planeando por encima del animal muerto, para darse un banquete.
Se comenta que los críos escondidos, observaban como los buitres, se pegaban un festín y al espantarlos, estos apenas podían echar el vuelo de tanta comida dentro de su cuerpo. Con las nuevas formas de vivir, Atea ya no tiene animales, ni corrales, ni cuadras, estos espacios han sido rehabilitados para otras estancias de las casas, y el Vallijuelo de ser protagonista pasó a ser olvidado pero esta zona formaba parte de la vida cotidiana de las gentes del campo, gentes de Atea...

Los textos y los dibujos han sido enviados a esta web por Luis Cebrian