El Coro

En casi todas la iglesias, por no decir todas están tienen un espacio, que se le llama el coro, era un lugar que en los años 55 – 60 los mozos y no tan jóvenes accedían a este para escuchar la misa, los domingos o festivos, pero cuando el sacerdote, empezaba el llamado “sermón” varios se retiraban al fondo para sentarse en unos bancos adosados a la pared, y otros se iban a las escaleras de acceso para hablar de sus cosas y el que fumaba hacia un cigarro, ya cuando finalizaba el sermón volvían a su lugar. por detrás de la baranda, que cierra el coro.
Son vivencias de esos años, pero si miramos tiempo atrás descubrimos todo un historial que se encuentra en este lugar, o sea en él Coro. Un banco de madera compuesto por cinco asientos, creo que la madera es de nogal con una buena calidad artística, y ornamentación rica en tallas y relieves. Su presencia pasa inadvertida, por los muchos años que siempre han estado en este lugar, quietos y en silencio guardan una costumbre y tradición de muchísimos años atrás.

Los textos y los dibujos han sido enviados a esta web por Luis Cebrian
En el centro del coro hay un mueble, llamado Facistol, de un solo pie que es giratorio, con cinco ó seis caras, que corona un crucifijo, y que servía para apoyar los libros de las notas de los diferentes cánticos, libros que guardaban en el interior del mueble, y que eran muy antiguos con las cubiertas forradas en piel de pergamino. (piel de res u otros animales)
No terminaremos este tema sin nombrar al órgano, una pieza de música antiquísima del siglo XVII que en la cual se enorgullece Atea, y que con su sonido acompañaba a la misa y a los cánticos. La última vez creo que su sonido se escucho fue tocado por la Sr, Rosarito Galindo, y como no el tío Jerónimo, también se atrevía con el instrumento musical de teclado. Pero de esto señores ya pasó mucho tiempo.
Si un día acceden al coro, no pasen indiferente, observen con detalle el mencionado banco, mueble que no les dirá nada, pero que guarda en silencio una parte importante de la vida y costumbres de nuestros bisabuelos y de nuestro pueblo.
Según la voz de los veteranos del pueblo, que estos asientos en las celebraciones solemnes, eran reservados para alguna persona destacada de una casa importante, como por ejemplo entre otros. Juan Manuel Lorente (padre de Martín Lorente) Nicolás Galindo, y también tenían acceso el Médico, el Veterinario, o el Maestro, cuando un personaje de estos fallecía se reemplazaba por otro de las mismas características, nombramiento que nunca estaba aceptado, ni conforme por otras personas, y para evitar enfados y discusiones esta costumbre se eliminó.
Otra versión (esta mas actual) es que estos asientos servían para dar reposo a los sacerdotes que cantaban la misa, Atea llegó a tener tres curas fijos, y también para los vecinos que les gustaba cantar en el coro, como tío Jerónimo, que hacía de sacristán, y cantaba las misas en un latín muy “personal” ya que su latín no era muy perfecto, también, ayudaban nombres como Herminio, Paquito etc. En las novenas, también se cantaba, y cuando moría un personaje de buena situación económica, la misa o sea el funeral, era más solemne acompañado con cánticos.