Esquile de ovejas y mulas:

Al llegar la primavera, las ovejas ya habían acumulado durante todo un año y alrededor de su cuerpo un buen espesor de lana que las protegía de los inviernos, pero con la llegada del buen tiempo, este abrigo ya estorbaba y se tenía que sacar o, más bien dicho, esquilar -palabra que proviene del antiguo aragonés, “esquirar”.
Del pueblo de Abanto (cerca de Cubel) venían a Atea un grupo de cuatro o cinco personas que se habían especializado en esquilar ovejas. Eran años en que Atea era rica en ganado, había bastantes rebaños de ovejas y corderos, y en diferentes familias se dedicaban a la cría y engorde de corderos. Nombres entre otros como casa Ortillés, Martín Lorente, Pepe Gracia, el tío Ezequiel, “el Juli”, el tío Blas y la tía Anastasia, o el señor Motorra, que de su nombre de pila ya se “esquiló” de mi memoria. Lo que no se me ha ido son las buenas chuletas de carne que vendía en su tienda cerca de la plaza de la iglesia. También tenía parideras por la zona del cementerio, cerca del desaparecido Peirón de Barrio Nuevo y por los Cañuelos.

Volviendo al tema de los esquiladores, con unas tijeras especiales (no eléctricas) y con una habilidad y destreza que habían conseguido a lo largo de los años, esquilaban las ovejas. El tiempo que tardaban en esquilar era muy poco. La casa que los contrataba, aparte de hacer el trato, el precio por pieza esquilada, también les daban la comida. Según referencias, esta comida era de fiesta mayor, y supongo que el vino siempre estaba presente porque el trabajo era duro y eran muchas las horas de estar acachado.
Se quedaban a dormir en las casas donde les habían contratado, pero también en los pajares o en las parideras. Preferían más dormir encima de la paja que encima de la lana, pues la lana que cortaban, aparte de sucia, tenía alguna caparra. Una vez acabado el trabajo en el pueblo, cogían sus enseres y, caminando, se dirigían al pueblo vecino donde ya les estaban esperando como cada año, siguiendo el ritual de cada temporada. Actualmente la lana no vale casi nada, debido a los nuevos materiales y productos pero antiguamente la venta de la lana servía para pagar a los esquiladores y tener beneficio.
También había otras personas que se dedicaban a cortar el pelo a las mulas, curiosamente a estos animales sólo les cortaban de media cintura para arriba para evitar el sudor, y así estar más fresco para realizar las labores del campo, y también era más higiénico. La cola también la recortaban para que no se enredase con los arbustos del campo, pero siempre les dejaban bastantes pelos para que se defendiera de las pesadas moscas. Todo este trabajo de esquilar debía de ser con el pelo seco, pues mojado se ve que no les iba bien. El tío Manolico, según me comentaron Saúl y José Antonio Peiro, era un artista en este trabajo, de cortar el pelo a las mulas. También del pueblo de Used venía a Atea un esquilador bastante cualificado conocido por “el señor Artillero”.

Actualmente, estos señores, a pesar de que todavía hay bastantes burros y mulos, no tendrían mucho trabajo. Con la llegada del progreso llegaron unas mulas muy grandes, de enormes patas redondas que con un jeroglífico de tornillos, tubos y correas, que no necesitaban que les cortaran el pelo, suplieron al trabajo de las mulas y suplieron casi por completo a los esquiladores.
Los textos y los dibujos han sido enviados a esta web por Luis Cebrian