Fabrica de Harinas:
Los textos y los dibujos han sido enviados a esta web por Luis Cebrian

Con un poco de ironía, dicen los “sabios “que el pan sale de trigo, y es verdad pero antes este cereal, hay que sembrarlo, segarlo y trillarlo, que posteriormente se debe molerlo para extraer la harina, y para este trabajo estaban los molineros, oficio importantísimo para la población, que con la harina ya tenían una base principal de su alimentación diaria.
El pan siempre estaba presente en la mesa, y en las diferentes horas del día, principalmente nuestras abuelas, ellas no lo sabían o no querían saberlo, que él pan engorda, solo nuestros abuelos sabían apreciar el sabor, y le daban el valor que tenía el pan blanco, quizás por su escases antes y después de aquella guerra civil, desastrosa, que no gano nadie y causó un millón de muertos.
Había muchas abuelas que en sus grandes delantales, que se lo sujetaban a su cuerpo, por debajo de sus pechos, en sus bolsillos llevaban un coscurro de pan duro, por si en algún momento necesitaban échaselo a la boca, con este detalle nos da a entender, las penurias de un tiempo difícil.
Para las cenas estaba la clásica cazuela de sopa de pan, en los desayunos, pan con una sardina roñosa, meriendas con pan y mostillo, pan con un pedazo de abadejo, o simplemente pan remojado con vino, y en las mejores meriendas pan con una tajada de jamón.
Por los años 50 Atea contaba con una fábrica de harinas, que la gestionaba el señor Santiago Martínez, que lógicamente recibía el apodo del Molinero. El edificio de la fábrica de harinas, se encontraba al final del barrio de las bodegas , el señor “ Molinero” Santiago, estaba casado y tenía cuatro hijos, Virginia, Florinda, Marina y el David, este ayudaba en las tareas de moler a su padre, . Santiago era un buen profesional siempre estaba alerta de la humedad, limpieza, etc. , solo con el olor este sabía que el producto no se le quemaba y que iba todo bien, y aparte de moler para los Ateanos también de otros pueblos venían a moler, y la fábrica trabajaba todo el año. El trabajo de molienda se pagaba en duros o pesetas, o bien el señor Molinero se quedaba parte de producto molido como pago a su trabajo, trato que se hacía previamente.

Como en todas las casas de Atea se tenían animales, principalmente cerdos, era normal que cada cierto tiempo se cogieran del granero un par de talegas de cereal, para llevarlo a la fábrica y molerlo, se sabe que tenían un tipo de medidas, llamado “robos” o sea que cuatro robos son 70 kg. Un “caí” son 140 kg, de trigo salían más o menos, 100 kg, de harina y unos 10 kg, de tercerilla o salvado, el mencionado peso 140 kg, había personas, como un tal Garapito, Isidro Guerrero, y mi tío Francisco, no tenían problema en cargarlo a sus espaldas, (había que tener muchos bríos, y otras cosas para echárselo a las costillas)
Era el día de San Blas, las campanas dela iglesia, con un sonido ensordecedor, volteaban sin parar, avisando a la población que había un incendio en la fábrica de harinas, el resplandor del fuego era bien visible, la noche era oscura y la electricidad se fue, a pesar de que los vecinos corrieron a sofocar el incendio, nada se pudo hacer, el edificio tenía mucho entarimado de madera , y las llamas se extendieron rápidamente, acabando destruyendo la fábrica de harinas y también un trozo de vivencias y historia de Atea.