San Anton:

A San Antón se dice que era egipcio y que nació en el año 251 y murió en el monte Calzín con 105 años. Se le considera el patrón de los animales y como que tenía cierta debilidad por los cochinillos siempre en sus imágenes aparece un cerdo a sus pies. El sentido básico de San Antón entre los fieles es que con su bendición protege a los animales de coger enfermedades, curación y buen estado de salud.

Años atrás todas las familias tenían cantidad de distintos animales. Un par de mulas era lo más normal. Las casas con más solvencia tenían dos o tres pares y en casas más humildes tan solo un borrico, cabras, ovejas, gallinas, cerdos, etc. Todos estos animales ayudaban y mucho al sustento de las familias.
Como es lógico, el paso de los años cambió la forma y las tradiciones de vivir de las personas y de los pueblos. Poco a poco fueron desapareciendo los corrales, chozas, cuadras y con ello también se acabó la celebración del día de San Antón. Pero antiguamente cada 17 de febrero acudían los vecinos creyentes con animales domésticos a la plaza de la Iglesia para recibir el agua bendita que por medio del “hisopo” el sacerdote bendecía a los animales presentes. Hay un dicho que dice: “no hay más animal que el ser humano”.
La noche antes de San Antón (como casi en toda la Península) los vecinos encendían al anochecer sus “hoguericas” en casi todos los barrios del pueblo. La plaza de la Iglesia, el Paso, en el barrio Nuevo hacían dos, Carrapuerto, en el Corral de las Cabras, la Cerdaña, etc. Los creyentes tenían la fe que el fuego ahuyentaría enfermedades y plagas purificando a los animales.
Estas hogueras se hacían con la leña que aportaban los vecinos: gavillas de sarmientos, troncos y cepas viejas. Y entre el fuego y las brasas asaban patatas que previamente habían puesto las mujeres. Las patatas acompañadas con vino de la cosecha pasaban mucho mejor, y con el calor de la lumbre supongo que alguno con un trago más de vino se atrevía incluso al cántico de unas jotas. De esta manera tan sencilla pasaban un buen rato: entre risas, vino, fuego y patatas asadas los vecinos se relacionaban y convivían como una familia. San Antón era el culpable.
Varios grupos de jóvenes se reunían para pasear por los barrios y observar las hogueras, aceptando la invitación de un trago de vino que siempre se ofrecía en todas las hogueras. Estos jóvenes actualmente son (somos) abuelos que sin darse cuenta fueron los que empezaron lo que hoy se conoce como “salir de copas”. Sólo cambia la copa por la bota.
Los textos y los dibujos han sido enviados a esta web por Luis Cebrian