San Ramón Nonato:

El voltear sin parar de todas las campanas de la iglesia avisaba a todos los vecinos que empezaban las fiestas de San Ramón. Eran las más multitudinarias y venía gente de otras poblaciones que en su día tuvieron que dejar Atea buscando nuevos horizontes.
Se hacían misas con varios sacerdotes ayudando a don Jesús (el cura oficial del pueblo), corridas pedestres y corridas de burros, pasacalles con los músicos de Encinacorba, música y grandes bailes en la plaza y en el Trinquete, pasodobles marcando los pasos arriba y abajo, parejas de mujeres bailando juntas (porqué a sus maridos les cundía poco), el café de Joaquín lleno a rebosar, botellines de cerveza marca “El León” y las banderillas correspondientes complementando la ronda. A la hora de comer se reunían las familias y parientes alrededor de la mesa del comedor o de la cocina para llenar el estómago y comer la clásica cazuela de carne. En aquellos años los corrales quedaban agotados y algún que otro mozo con un “trágico” de más de vino. Algún año observé la pareja de civiles que solamente con su presencia hacía que se respetase el orden.

Estas eran las fiestas que yo disfruté más o menos cuando mi cabeza tenía mucho pelo y poca barba. Se celebraban en honor a San Ramón Nonato el día 31 de agosto. ¿Pero quién era este señor? La palabra Nonato viene del latín “non natos” que significa una persona no nacida extraída del útero de su madre después de fallecer ésta. Se dice que esa madre cayó muerta en un bosque ceca del pueblo de Portell (Lérida), en la comarca de La Segarra; ahora en la región de Catalunya pero anteriormente era pueblo de la Corona de Aragón. Posiblemente el caballero Ramón Folch IV, vizconde de Cardona, observando que el vientre de la mujer no paraba de moverse, practicó la primera cesárea de la historia al abrir el vientre de la madre y extraer un ser vivo.
Era el año 1204 cuando sucedió y al niño le pusieron de nombre Ramón en agradecimiento a su salvador. Fue corta su vida, tan solo 35 años, muriendo el 31 de agosto de 1240. De muy joven se hizo miembro de la Orden Mercedarios, San Pedro Nolasco. Se fue a Argelia en misión de rescatar cautivos católicos pagando por su rescate con el valor de las monedas (podemos ver en la imagen del Santo que al lado de sus pies tiene unas cadenas y una bolsa con monedas). En el norte de África estuvo cautivo y en la prisión practicaba la fe católica. Esto no gustaba a los musulmanes y se dice que le pusieron un candado en la boca para que no hablase.
Rescatado por su Orden, el Papa Gregorio IX le nombró Cardenal. Pero camino de Roma falleció y fue enterrado en la Capilla de San Nicolás de Portell. Sus restos fueron expoliados en 1936. Con el paso de los años, la iglesia reconociendo su entrega a la religión católica y al no haber nacido en parto natural, le nombró Patrón de los recién nacidos de los niños y de las mujeres embarazadas.
¿Pero por qué razón y motivo se nombró al Santo patrón de Atea? Algún motivo tuvo que suceder. Hace muchísimos años, la iglesia o algún noble feudal con mucho poder creyó en el milagro deseado de un embarazo y posterior nacimiento difícil y peligroso que tuvo finalmente un final feliz. Posiblemente en agradecimiento al Santo le nombró patrón de Atea. Pero señores, esto sólo son conjeturas.
Desde hace varias décadas que el Santo no tiene mucho trabajo. Atea, año tras año, está perdiendo población y estaría bien que intercediera para que las mujeres fértiles le pidieran llevar un buen embarazo y traer a este mundo nuevos Ateanos.
Los textos y los dibujos han sido enviados a esta web por Luis Cebrian