Venta de Terrizas

“Tantas veces va el cántaro a la fuente que llega un día y se rompió”. Es un dicho muy antiguo pero que todavía se puede oír. Habían muchos utensilios de diferentes tipos y medidas que se usaban en las casas para cocinar, transportar agua, tinajas para almacenar aceite y embutidos, etc.

Del pueblo de Vilafeliche, donde había varios alfareros, venían a Atea a ofrecer y vender su producción. Se presentaban con una o varias mulas cargados a tope con un buen entramado de cuerdas, y algún madero y abundante paja, y entre esta objetos de barro como cazuelas, cántaros, botijos, corbetas de varios tipos, etc. Así, lentamente recorrían las calles y plazas.

El trabajo de estos señores era muy duro y pesado sólo apto para hombres curtidos, andando por caminos, pendientes llenas de piedras, y soportando muchas veces tronadas muy típicas en Atea. Sol y viento eran sus compañeros de viaje. En sus pies, un calzado llamado Albarcas confeccionado de goma y adaptado al pie con una simple hevilla. Actualmente hoy nos sería muy difícil andar con este tipo de calzado.

Eran tiempos duros y difíciles y esta era una forma de ganarse el pan y el tocino. Si tenían suerte de vender la mercancía pronto regresaban a sus casas para descansar y preparar otra carga con destino a otro pueblo.

De la parte de Valencia también venían a vender, pero estos eran de más calidad y también más artísticos por lo consiguiente más caros. Ya se desplazaban en carros .

Los textos y los dibujos han sido enviados a esta web por Luis Cebrian